¿QUÉ ES LA VERGÜENZA?
Para empezar este post, facilitamos las acepciones que recoge la RAE (Real Academia Española) del significado de la palabra “vergüenza”:
• Turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante.
• Turbación del ánimo causada por timidez o encogimiento y que frecuentemente supone un freno para actuar o expresarse.
• Estimación de la propia honra o dignidad.
• Cosa o persona que causa vergüenza o deshonra.
• Pena o castigo que consistía en exponer al reo a la afrenta y confusión públicas con alguna señal que denotaba su delito.
En este post, al hablar de “vergüenza” vamos a referirnos a ella como a una de las muchas emociones que podemos sentir en mayor o menor grado en nuestro día a día. En uno de nuestros posts anteriores: “Emociones: ¿Qué son?” damos unas breves pinceladas acerca de lo que significa el concepto de emoción. Acompañar la lectura de estas líneas con la de este otro post puede favorecer la comprensión de los conceptos que se manejan.
Las consecuencias de sufrir vergüenza
La vergüenza es una emoción que suele provocar sufrimiento. El malestar que genera puede impulsar a la persona que lo siente a querer desaparecer, a querer ser invisible para los demás.
La emoción de vergüenza también suele causar sensación de bloqueo y de miedo, lo que conduce a su vez a evitar determinadas situaciones como exponer la propia opinión, conocer un sitio nuevo, hablar en público o tomar determinadas decisiones.
Los sentimientos de vergüenza desadaptativos impiden desarrollar la propia capacidad de disfrute y satisfacción y retienen a las personas que así los sienten en sus zonas de confort. (Si te interesa leer algo acerca del concepto de zona de confort te recomendamos nuestro post: “Salir de la zona de confort”.
“Si el alma está preocupada en sentir vergüenza y en superarla, no puede sentir placer.”
(Stendhal)
La situación problemática derivada de la emoción de vergüenza suele tener lugar cuando ésta se combina con una baja autoestima. Esta baja autoestima hace que la persona filtre únicamente sus limitaciones, sus errores o las características personales que menos valora de sí misma. La vergüenza, al conectar con esta autoestima, sale como defensa ya que (aunque el sesgo de la realidad sea importante) “si mi valía personal es pequeña, será mejor no exponerme demasiado aunque tenga que vivir encerrado en mi zona de confort, sin correr riesgos”.
Es fundamental tener en cuenta que si se intenta evitar sentir vergüenza, sólo se conseguirá intensificar la emoción y dificultar su gestión. Al igual que ocurre con el resto de emociones, la clave de su gestión está en aceptarla y escucharla de la manera más (auto)empática posible.
Cabe destacar que, aunque la vergüenza vaya asociada a cierta sensación de malestar, no siempre es desadaptativa. En el siguiente post (“La vergüenza puede ser buena”) trataremos de explicar que la vergüenza es una emoción que también puede facilitar las relaciones sociales, permitiendo conectar con los demás y experimentar un sentimiento de pertenencia. Lo que resulta fundamental para el comportamiento prosocial, la empatía, la compasión e incluso para la supervivencia.