Vamos a desarrollar algunas ideas que ayudarán a dar respuesta a cómo podemos gestionar los enfados. Para ello tomaremos como referencia fundamentos teóricos desarrollados por Leslie Greenberg.

En muchas ocasiones, no expresar el enfado central, especialmente de inmediato, puede ser una sabia decisión. Ahora bien, la incapacidad crónica para manejar de manera sana el enfado puede convertirse en un problema importante, ya que puede provocar sentimientos de desesperanza, ineficacia, frustración e incluso la sensación de que las cosas carecen de sentido. Esta incapacidad puede manifestarse de diferentes maneras. No reconociendo el enfado o reconociéndolo sin ser capaz de expresarlo, debido, por ejemplo, a la existencia de miedos. También expresando enfados de manera no acorde al propio enfado, por ejemplo reaccionando de forma exagerada.

 

Claves para aprender a gestionar los enfados

El enfado aparece por alguna razón. Resulta importante escucharlo y respetarlo en vez de tratar de evitarlo. Es un mensaje que avisa de que los propios límites están siendo invadidos, de que las propias necesidades o deseos no se están satisfaciendo adecuadamente o de que la consecución de un objetivo está siendo frustrada. El enfado ayuda a poner límites, a decir “no” o “¡basta, no aguanto más!”.

Pero expresar el enfado, especialmente el que se siente de una manera muy intensa, también puede resultar destructivo pudiendo llegar a herir a otras personas e incluso a nosotros mismos. Dar rienda suelta al enfado tampoco proporciona la solución.

La conciencia del enfado y de la expresión del enfado son, por lo tanto, dos tareas totalmente distintas que requieren diferentes habilidades.

Conciencia implica prestar atención a cómo se siente tu cuerpo. Además, implica la habilidad de describir en palabras lo que estás sintiendo en lugar de tener una reacción sin control. Todo ello con el objetivo de conocer mejor qué nos está pasando. Por otra parte, la expresión del enfado, generalmente tiene como meta informar a otras personas y ejercer algún tipo de impacto sobre ellas. Expresar enfados de manera sana requiere mucha habilidad interpersonal y autoconocimiento.

Resulta imposible predecir la reacción de la otra persona. Gestionar de manera sana los enfados también implica saber qué hacer una vez que has expresado el enfado. Es decir, ser capaz de manejar las reacciones que las personas tienen ante tu expresión. Es necesario integrar la propia sabiduría corporal y emocional ante esta situación y para ello, resulta fundamental trabajar en potenciar nuestro autoconocimiento. Todo esto puede resultar muy complejo, requiere de un tipo diferente de inteligencia, inteligencia emocional que, por suerte, se puede desarrollar.

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