Si has leído nuestro post anterior (“¿Qué son los mecanismos de defensa?”) quizá pueda resultarte interesante enriquecer tu lectura con una breve descripción de los principales mecanismos de defensa que te vamos a ofrecer a lo largo de este post y del próximo (“Principales mecanismos de defensa II”).

 

Represión

El Yo impide que los pensamientos ansiógenos entren en la conciencia. Por ejemplo, puede bloquear recuerdos o pensamientos cuya presencia en el consciente provocaría mucho dolor. Resultaría imposible la conciliación entre la satisfacción del impulso reprimido y las exigencias del Superyó o de la realidad. Es el mecanismo de defensa más básico porque, para que cualquier otro mecanismo de defensa se ponga en funcionamiento, tiene que activarse este primero.

 

Formación reactiva

Los pensamientos o impulsos inaceptables se reprimen y se expresan a través de los opuestos. Por ejemplo, una persona que se siente incapaz de manifestar o expresar su estado de ánimo depresivo y reprime este sentimiento a la vez que se muestra eufórica ante los demás.

 

Formación sustitutiva

Se produce una represión de la representación que genera sufrimiento o resulta intolerable y se genera otra consciente para sustituirla. Esta segunda representación permite, de manera disfrazada, satisfacer el placer “prohibido” asociado a la primera. Por ejemplo, una persona se enfada con su pareja y, como el enfado es una emoción que le resulta intolerable, la reprime y, a continuación, le empieza a doler la cabeza. Este dolor de cabeza sería la representación consciente (formación sustitutiva) que evocaría al enfado, aunque éste permanece a nivel inconsciente y el sujeto no se percata de esta relación.

 

Sublimación

La pulsión se sublima si se cambia su fin u objetivo hacia otro que no tenga carácter sexual y hacia objetos socialmente valorados (actividad literaria, científica, artística…). Es el único mecanismo de defensa en el que no persiste malestar en la persona.

 

Proyección

Se atribuye (o proyecta) a otras personas pensamientos, deseos, emociones… generalmente, características propias no reconocidas y ansiógenas. Por ejemplo, habitualmente una emoción que se suele proyectar es el enfado, por los sentimientos de culpa que pueden aparecer asociados. El Superyó de una persona (A) que se siente enfadada con otra (B) reconoce como inaceptables los pensamientos que tienen lugar con respecto a este enfado. Para resolver este conflicto, la persona (A) terminaría pensando que es la otra persona (B) quien está enfadada con ella.

 

Introyección

La persona se atribuye a sí misma características de los demás, sin ser previamente elaboradas o digeridas por ella misma. El proceso mental es vivido y simbolizado como un proceso corporal (tragar). Por ejemplo, una persona que ha interiorizado el deseo de casarse como si fuera un deseo propio sin haberlo digerido, sin haber hecho una elaboración propia de esa opción, “introyectando” mensajes del tipo “casarse es lo correcto, es lo que hay que hacer”.

 

Aislamiento

Consiste en separar la representación que causa sufrimiento de su afecto, pudiendo permanecer a nivel inconsciente pero privada de toda conexión asociativa. Es decir, se separan los sentimientos y las representaciones mentales. Este mecanismo de defensa se pone en marcha cuando la represión no es suficiente. Por ejemplo, una persona acude a urgencias con síntomas de ansiedad y aparentemente no relaciona con nada dichos síntomas. Al preguntarle si le ha sucedido algo recientemente, contesta que hace un mes se separó de su pareja y que le han despedido del trabajo.